Jorge Luis Borges veía a Monserrat como un barrio cargado de historia y tradición, una parte esencial del Buenos Aires antiguo que, aunque transformado por la modernidad, sigue presente en la memoria porteña. En su ensayo “Monserrat”(1968), lo describe como “una memoria de las cosas que fueron”, destacando su pasado colonial, los compadritos y el eco de los candombes afroargentinos. Borges rescata un verso popular que refleja la fama de guapos en el barrio:
Soy del barrio ’e Monserrate,
donde relumbra el acero;
lo que digo con el pico
lo sostengo con el cuero.
En entrevistas, confesó que, aunque estuviera lejos, en sus sueños “siempre volvía a Monserrat”. También lo aludió poéticamente en Fervor de Buenos Aires (1923), evocando los patios y zaguanes del sur porteño:
El olor del jazmín y la madreselva,
el arco del zaguán…
esas cosas, acaso, son el poema.
Finalmente, en “Fundación mítica de Buenos Aires” (1929), Borges reafirma su visión de la ciudad como algo eterno, vinculando a Monserrat con su esencia porteña:
A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires…La juzgo tan eterna como el agua y como el aire.
Para Borges, Monserrat no era solo un barrio, sino un espacio donde la historia y la memoria porteña se entrelazan, un símbolo de la identidad de Buenos Aires.
La calle Chacabuco es una de las arterias tradicionales del casco histórico de Buenos Aires, ubicada en los barrios de Monserrat y San Telmo. Su nombre recuerda la Batalla de Chacabuco (1817), en la que el Ejército de los Andes, liderado por José de San Martín, venció a los realistas en Chile.De trazado angosto y empedrado, Chacabuco conserva el espíritu colonial que la vio nacer. En sus primeros años, a fines del siglo XVIII y principios del XIX, formó parte de la expansión de la ciudad hacia el sur, convirtiéndose en un punto clave de la vida porteña. A lo largo de su recorrido, se pueden encontrar antiguas casonas, conventillos, iglesias y cafés que evocan la historia y la transformación de Buenos Aires. Sus campanas aún resuenan, y con ellas, el anuncio de misas y otros eventos sigue marcando el pulso de la ciudad, recordando que, aunque Buenos Aires haya cambiado, su esencia sigue viva en cada rincón del barrio.
Borges, J.L., Textos recobrados (1956-1986).
Borges, J.L., Fervor de Buenos Aires (1923)
.Borges, J.L., Cuaderno San Martín (1929).
Borges, J.L., Siete noches (1980).
Entrevistas y conferencias recopiladas en Diálogos con Borges.
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